Cómo comprar el silencio de un funcionario

El tiempo pasa volando y tengo más amigos de los que creía. Claro, conciso y relacionado: no escribo nada en esta tribuna desde el 29 de agosto, un hecho histórico en la corta historia de este humilde blog y esto ha provocado un aluvión de correos de admiradores inquietos. Eso sí, inquieto me he quedado tras darme cuenta que sólo tengo "admiradores", es decir que ni una sóla damisela se ha preocupado por mi salud. Hay verdades que matan.
Quienes me conocen saben que esta sequía de contenidos no es por falta de ganas sino por exceso de trabajo. Y esto para alguién que es funcionario puede parecer una auténtica contradicción. ¿Acaso hay funcionarios que trabajan? Pues parece que sí, que no es una leyenda urbana. Desde que estoy en la alcaldía, o sea desde que me trasladaron desde ese "dulce" paraíso de la recaudación municipal y me colocaron al ladito del alcalde y de doce concejales más, tengo un exceso de información y de emociones dignas de una película de Woody Allen. El problema es que tengo una cláusula de confidencialidad que me impide contaros toda la verdad y nada más que la verdad y por esta razón me gano un más que merecido sueldo de 5.068 euros netos mensuales. Una cantidad similar a la que cobran mis queridos Cuerpos Habilitados Nacionales en mi ayuntamiento.
Y si a esta cláusula le sumamos que hace meses perdí el anonimato de la autoría del blog pues entonces, y como podéis imaginar, voy de culo.
Me cuesta trabajo asumir tanto secretismo pero mientras pienso cómo trasladaros las situaciones tan absurdas de mi nuevo puesto os presento a José, mi nuevo héroe.
Gracias por vuestros correos.